EXPANSIÓN CULTURAL
En los albores del siglo VII, la
situación de los Bizantinos no es nada brillante. Heraclio, que sube al trono
en Constantinopla en el 610, hereda un imperio desorganizado. En la lucha
secular que los basileïs mantienen contra los soberanos sasánidas, Bizancio ha
sufrido algunas derrotas: Siria, Palestina y Jerusalén han caído en las manos
de Cosroes II. Las tropas del Rey de Reyes llevan la reliquia de la Vera Cruz a
Ctesifonte. Después, los Sasánidas entran vencedores en Egipto. En el 626,
Constantinopla es también asediada simultáneamente por los Persas y los Eslavos
aliados con los Ávaros. Pero Heraclio es un hombre enérgico y se propone
restaurar el Tesoro; vuelve a tomar el mando del ejército y restablece la
unidad del imperio. Ante los éxitos de los Persas, adopta una estrategia audaz,
atacando a su enemigo en el territorio de Armenia. Así obliga a Cosroes II a
abandonar la Capadocia y el Ponto. Cruzando el río Araxes, invade Mesopotamia
en el 627 y se apodera de Ctesifonte. Los Persas devuelven entonces Siria y
Egipto. Heraclio puede llevar otra vez la Vera Cruz a Jerusalén. Al año
siguiente, su adversario es asesinado (628). Gracias a considerables esfuerzos,
el basileus ha salvado el Imperio de Oriente. Pero Bizancio está extenuada. La
situación de los Sasánidas es todavía peor: vencidos, pierden sus antiguas
posesiones y Persia cae en la anarquía. Éste es el dramático resultado de tan
furiosos e implacables enfrentamientos.
En cuanto a los árabes, el balance no es más glorioso: tras la muerte de
Mahoma, estallan las pugnas entre las tribus a causa de la apostasía de ciertos
grupos. Sin embargo, estas luchas intestinas se resuelven pronto, gracias al
fervor que el mensaje del Profeta inspira a los escuadrones del desierto. Entre
el 632 y el 634, Abu Bakr, uno de los suegros de Mahoma (éste se casó nueve
veces, casi siempre por razones meramente políticas) se convierte en califa, es
decir, jefe de la comunidad musulmana. Omar, que le sucede, es el que promueve
realmente la fulminante expansión del Islam en el mundo antiguo: da inicio a
unas guerras de conquista fuera de la península. Animados por un ímpetu
extraordinario, los propagadores de la fe musulmana conquistan rápidamente
Palestina y Siria, arrebatadas al imperio bizantino tras la victoria de
Adjnadayn en el 634, seguida por la derrota de las fuerzas de Heraclio en el
Yarmuk, en el 636. Al no disponer de medios para el asedio, los jinetes árabes
no se atreven a tomar las ciudades de Jerusalén y Damasco, que no caerán bajo
sus armas hasta el 638.
La toma de la Ciudad Santa representa algo más que una victoria: es la
apropiación de un símbolo que veneran tanto judíos como cristianos, y que ahora
está en poder de los musulmanes. ¿No fue sobre la roca de la explanada sagrada
donde Abrahán se disponía a sacrificar a su hijo Isaac, cuando Dios le retuvo
el brazo? Posteriormente, en esta ciudad venerable fueron levantados los
sucesivos Templos de Yahvé: el primero, erigido por Salomón, fue destruido por
Nabucodonosor en el 587 a. C., después fue levantado otra vez tras el Edicto de
Ciro, y reconstruido una vez más bajo Herodes (40-4 a. C.). Fue arrasado por
Tito en el 70 de nuestra era.
Pero el Haram al-Sharif era también el lugar mítico de los miradj, punto de
partida del «viaje nocturno» a través del cual Mahoma contempló los cielos,
según los comentarios del sura XVII, 1 del Corán: «Gloria a Aquel que, de
noche, lleva a su siervo en un instante, del santuario sagrado al santuario
último, cuyos muros hemos bendecido a fin de mostrarle nuestros signos.»
La toma de este importante lugar de las religiones con Escritura es por tanto
simbólica. Pero la ocupación de Siria y Palestina no absorbe todas las fuerzas
árabes: ya en el 635, éstas cruzan el Éufrates y se lanzan al ataque del
imperio sasánida que entonces estaba en plena decadencia. Ganan la batalla de
Kadisiya, en el 637, y saquean la ciudad de Ctesifonte, después toman Nínive en
el 641. Al norte, llegan hasta Armenia. En Mesopotamia, los Árabes fundan Kufa
y Basra, y en el 642 penetran en las mesetas de Irán tras la victoria
conseguida en Nihavend. Todo el Fars se les rinde en el 644, cuando sus
escuadrones acaban de hacer una razia en el Khorasan.
Sus esfuerzos los llevan simultáneamente hacia el oeste: el general Amr ibn
el-Ass invade Egipto en el 640. Funda Fostat y toma Alejandría a la que trata
con clemencia. Pero una contraofensiva bizantina le obliga a saquear la ciudad
en el 642. Continuando hacia el oeste, las fuerzas islámicas se lanzan hacia la
provincia de Ifrigiyya, alcanzando la Tripolitania en la que hacen incursiones
a partir del 647, dirigiéndose hacia la Berbería.
Hacia Oriente, las ciudades de Herat y Balkh caen en el 654, así como el
Seistan. Después, los conquistadores consolidan su poder sobre Persia y
Afganistán, tomando Kabul y Kandahar en el 655, tras haber dado muerte, cerca
de Merv, en el Turkmenistán, a Yazdegerd, último soberano sasánida.
Sólo faltan veinte años para constituir este primer imperio árabe, cuya capital
es Medina. A partir del 644, el califa Othman conduce los destinos del mundo
islámico. Los territorios que posee se extienden desde Persia y Pakistán hasta
la actual Libia, igualando a los mayores imperios de la Antigüedad. El
asesinato de Othman, en el 656, provoca una pausa, durante la cual se organiza
la administración y se islamizan a las nuevas posesiones. Al¡, primo del
Profeta, es llamado a suceder a Othman; pero los problemas surgidos entre
clanes árabes destruyen la unidad islámica, oponiendo a partidarios y
adversarios del nuevo califa. Mueawiyya, que había sido secretario de Mahoma y
después gobernador de Siria, encabeza la resistencia a Al¡. En el 660, llega a
hacerse proclamar califa, fundando la dinastía de los Omeyas, cuya capital será
Damasco. Al¡, expulsado, cae en el 661 delante de la mezquita de Kufa, bajo las
armas de los Jariyíes insurrectos, cuya secta constituirá durante mucho tiempo
un peligro para el poder.
Después de este intermedio sangriento, que perturba la unidad del mundo
musulmán, la marcha victoriosa vuelve a empezar en el 670, con la anexión de
Túnez y la fundación de Kairuán. A continuación, las tropas árabes cruzan el
río Oxus (Amu-Daria) en el 671, y se lanzan hacia la Transoxiana y el Khwarezm.
Mientras tanto, fuerzas musulmanas llegan, en el 673, a sitiar Constantinopla.
Se encuentran con la resistencia de la capital bizantina que tiene la soberanía
de los mares. Por eso los Árabes tendrán que levantar su asedio en el 678.
Entre el 680 y el 683, el califa Yasid I reina en Damasco, durante una época
perturbada por la presencia de un anti-califa en La Meca. Será necesario que
los Omeyas se apoderen de la ciudad para poner fin a la secesión. En la misma
época, el hijo de Al¡, al-Husayn, es asesinado a su vez en Kerbala,
Mesopotamia.
Sesenta años han pasado desde la hégira. Respecto a la arquitectura, es un
período de balbuceos. Las primeras mezquitas son unos edificios perecederos,
cuyo carácter provisional, a pesar de sus impresionantes dimensiones, está
vinculado a las contingencias de la conquista. Todo el esfuerzo de los Árabes
está dirigido hacia la expansión militar y religiosa. Pero el fin del siglo VII
estará marcado por la primera eclosión de las artes en el imperio omeya. Y es
en Jerusalén donde se afirma este esplendor.
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